«El propósito de nuestra vida y nuestra relación con lo divino son temas que nos llevan a reflexionar sobre la esencia misma de nuestra existencia. En algún momento, todos enfrentaremos la muerte y tendremos que hacer frente a la responsabilidad moral y espiritual de nuestra vida. Este hecho nos hace cuestionar el sentido de nuestra existencia y cómo estamos aprovechando nuestro tiempo en la tierra.
Pero no todo está perdido, para aquellos que tienen fe en lo divino, hay una promesa de salvación y vida eterna. Esta promesa nos motiva a vivir cada día con un propósito, sabiendo que nuestro tiempo en la tierra es limitado y debemos aprovecharlo al máximo. Debemos enfocarnos en nuestras metas y objetivos y trabajar para alcanzarlos, mientras nos esforzamos por glorificar al Creador en todo lo que hacemos.
Vivir con pasión y entrega es fundamental, y debemos hacerlo con la convicción de que estamos llamados a ser instrumentos del amor y la gracia de lo divino en el mundo. A pesar de los desafíos que enfrentamos en la vida, nuestra fe y esperanza en lo divino nos permiten enfrentarlos con valentía y determinación.
La promesa de una vida eterna y la segunda venida del salvador nos invita a ser pacientes y confiados en que Dios cumplirá su palabra. Nuestra fe en él nos permite enfrentar la vida con optimismo, sabiendo que hay un plan divino para nuestras vidas y que todo tiene un propósito.
En conclusión, la vida tiene un propósito y nuestra relación con lo divino es fundamental para encontrar ese propósito. Debemos vivir cada día con pasión y entrega, trabajando para alcanzar nuestras metas y objetivos, mientras nos esforzamos por glorificar al Creador en todo lo que hacemos. La promesa de una vida eterna nos llena de esperanza y nos motiva a vivir cada día como si fuera el último, confiados en que Dios cumplirá su promesa y nos llevará a su presencia.
Por lo tanto como referencia final, recordemos Hebreos 9:27-28 (NVI): «Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio, así también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para salvar completamente a quienes lo esperan».