Estudios bíblicos

El ciego de Betsaida (Marcos 8:22-26)

De la misma manera que cada atardecer es diferente, cada vez que Jesucristo hace un milagro vemos una individualidad que lo hace único. Sin duda que hay muchas diferencias entre el ciego que estaba mendigando en el templo (Juan 9) y aquel hombre tan lleno de vida y fe que se llamaba Bartimeo, en el camino de Jericó. Esta escena es precedida del milagro de la alimentación de los cuatro mil y de la conversación con los fariseos, quienes lo tientan pidiendo una señal del cielo. Esta discusión ha tenido un efecto en las emociones del Hijo del Hombre. Leemos en el versículo 12: «Él suspiró profundamente en su espíritu…». Es en esta situación anímica que llegan a Betsaida, y en el versículo 22 leemos: «…y le trajeron un ciego y le rogaban que lo tocase».

No sabemos nada de este hombre; ni su nombre, ni su edad, sino únicamente que era ciego. Es interesante que la gente al traerlo le ruega al Mesías que lo toque. Por experiencia puedo decir que a los médicos no nos gustan las sugerencias de cómo tratar a un paciente. Después de todo, ¡para algo pasamos tantos años de estudio! Pero Jesús de Nazaret no se enoja y el versículo 23 nos dice: «Entonces tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea. Después de mojarle los ojos con saliva e imponerle las manos, le preguntó: ¿Ves algo?». Observemos que lo sacó de la aldea. No quería que los curiosos incrédulos vieran y se mofaran de lo que él iba a hacer. Pero había algo más, porque si esta fuera la única razón hubiera sido suficiente entrar en una casa. Es que el método que va a utilizar con este ciego es distinto que en la curación de Bartimeo o la del ciego en Juan 9.

 

 

 

Pero hay un detalle que es importante. Betsaida ha pasado a la historia como un lugar donde Jesucristo hizo muchos milagros y sin embargo no fue aceptado. Mateo nos dice: «Entonces comenzó a reprender a las ciudades en las cuales se realizaron muchos de sus hechos poderosos, porque no se habían arrepentido: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si se hubieran realizado en Tiro y en Sidón los hechos poderosos que se realizaron en vosotras, ya hace tiempo se habrían arrepentido en saco y ceniza» (Mt 11:20-21).

 

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